Los premios al estudio: Manual de emergencia para época de exámenes.
May 21, 2013 6 comentarios
Una de las armas más peligrosas y que no requieren ningún tipo de cursillo para su uso es el premio. Si estás a punto de utilizarla, te pido un minuto.
- No hay que premiar al estudiante.
- Sí hay que premiar al estudiante.
Y así se acaban los manuales de uso de esta arma tan peligrosa que es ´el premio al estudiante´. El premio durante la crianza en general. Bueno…el premio, como parte de nuestras relaciones humanas (pero esto daría para una tesis, y ahora no estoy pensando en escribir ninguna)
Pero antes de hablar del premio, deberíamos detenernos a pensar ¿qué estamos premiando? Porque para mí el problema no es si te regalo o no te regalo, es mucho más profundo. Por ello, hoy, que estoy elaborando un desesperado manual de emergencias, no me detendré en ello.
A mi entender, y ya no solo desde lo profesional, sino también como madre, hay algunos conceptos sobre los que meditar. Dejo constancia de que esta es mi visión, la que empleo y funciona para mí. Respeto desde luego todo otro punto de vista respecto a este complicado tema.
´Estudiar es su única obligación´
La única obligación de un ser humano debería ser, a mi entender, amarse sanamente a sí mismo y a través de ese amor, utilizar toda herramienta disponible para desarrollarse tanto intelectual, como emocional y socialmente. Una sana autoestima deriva en una sana relación con el mundo exterior, en todas sus dimensiones.
Y si queremos añadir una ´obligación´ podríamos incidir en respetar y valorar a los demás, entre ellos, a sus padres.
Si me detengo en estos dos principios, estudiar no es una obligación, sino una consecuencia lógica: un medio (de los muchos que hay) para construirme como persona y un esfuerzo considerable que esos otros a quienes debo respeto, hacen para ayudarme en esa labor, por lo que de alguna manera, lo suyo es poner de mi parte. Estudiar, para mí, una de las muchas vías para aprender, es un derecho y un privilegio, nunca una obligación.
¿Entiende cabalmente el alumno esas dos primeras ideas? Si es así, el sentimiento de obligación de estudiar se diluye.
Premio por resultado
En la vida real no todo resultado tiene premio externo, pero la capacidad de sentirnos satisfechos por un trabajo bien hecho evita en parte la frustración cuando el ascenso se lo llevó el enchufado de la empresa (un ejemplo extremo, pero claro) o la mejor nota la tiene el pelota de la clase.
No todo esfuerzo descomunal tiene el mejor resultado, pero tiene más valor que un excelente resultado conseguido con bajo nivel de exigencia. Y sino, me permito recordar mi nota más valiosa de la facultad, un aprobado rasposo, conseguido durante un episodio de ciática y con fiebre de 39,5ºC.
Desarrollar la capacidad de la satisfacción por lo conseguido, desde dentro, nos permitirá ahorrarnos muchos sinsabores en esta vida (y esa eterna sensación de lo injusta que es). Esta habilidad no se aprende cuando uno cumple 18 años: se desarrolla desde la cuna. Además, si educamos niños que se acostumbran a que siempre que hacen A obtienen B, no esperemos que de adultos quieran hacer nada de manera altruista. Altruistas nacemos, así que no destruyamos esto con lo que la naturaleza nos ha dotado.
Tras un buen resultado, tras un esfuerzo genuino y considerable,tras una buena voluntad, no hay mejor premio que el tiempo de los adultos. Sentarse con el niño/adolescente en cuestión y estimular en él o ella sentimientos de orgullo por lo realizado. ¿Cómo se hace?
Os comento una receta para dar los primeros pasos.
- Sentarse frente a frente, insistiendo en el contacto visual dado que es un ejercicio donde la herramienta es la empatía. Le enseñaremos a sentir orgullo. Al principio mirar a los ojos puede costar mucho para los alumnos, por eso un amable ´mírame´ y que el alumno se encuentre con una sincera sonrisa en nuestro rostro es la mejor forma.
- Expresar nuestros sentimientos de satisfacción por el esfuerzo (no por el resultado). Hacer incluso una pequeña reseña, destacando algunos puntos positivos y magnificándolos : ´Recuerdas cuando vinieron los amigos a buscarte y tú dijiste, esperadme un minuto, aún no he acabado´ ´Recuerdas lo cansado/cansada que estabas el martes y aún así completaste tus tareas´. La empatía hará el resto, si nosotros mostramos en nuestra voz, nuestro rostro y actitud orgullo, él o ella comenzará a sentirlo también. Visualicémonos a nosotros mismos en una fiesta, sintamos que estamos festejando a nuestro campeón o campeona.
- Conducirle a una exploración/ construcción emocional en torno a lo hecho y lo obtenido. Pocas veces nos detenemos a sentir y lo cierto es que nadie nos ha ayudado a hacerlo ni nos ha llevado a detener el mundo unos minutos para explorar nuestras emociones. ´¿Cómo te has sentido cuando terminaste el trabajo?´´¿Cómo te sentiste cuando viste lo bien que había quedado?´. No aceptes un ´bien´ vacío como respuesta. Si indagas (brevemente al principio, esto no se consigue de la noche a la mañana) empezará a abrirse un abanico de emociones. Refuerza las positivas. Lígalas a su esfuerzo y voluntad. Con que al principio obtengas solo una, ya se esta avanzando. La expresión de satisfacción en una persona es fácilmente reconocible. Búscala, provócala, hasta que aparezca, aunque sea por un instante.
- Por último, menciona el resultado, indicando que es una consecuencia más de ese esfuerzo, que no siempre llegará, pero que esa satisfacción interior no se la quitará ninguna evaluación externa.
Y ahora sí, en este momento en que niño, niña, madre, padre, profesor, maestra, o quienes hayan estado involucrados en el ejercicio SIENTEN el valor del trabajo bien hecho, toca premiarse con un enorme abrazo, y si hace bueno, ¿por qué no? irse a por un helado…que nos lo merecemos.