Motivación II: ¿tocas en clave de x o de y?

Uno de los temas más desesperantes en estos días para quienes trabajamos con estudiantes pasa por su falta de motivación. Las noticias, el mal ambiente general, la sensación de ´no hay futuro´ y algo tan de toda la vida como es el efecto primavera, nos ponen el trabajo cuesta arriba.

Hay que asumir que motivar a un estudiante no es cuestión de una táctica, sino de infinidad de ellas. Tal como nos ocurre a los adultos, les motivan distintas cosas. Cambiamos de metas e intereses a lo largo de nuestra vida, pero en esta época los cambios se suceden a velocidades vertiginosas, sin previo aviso y nos exigen a profesores, tutores, madres y padres estar en continuo estado de alerta para modificar y adaptar las estrategias que empleamos. Lo que sirve hoy en una semana puede que sea completamente inútil.

En este post ya revisé las teorías de Maslow. Pero hay muchas otras formas de explicar por qué hacemos las cosas con mayor o menor entusiasmo o cómo influir sobre él. Escapándonos de nuevo al mundo de la empresa, Douglas McGregor nos dice que hay dos formas de pensamiento excluyentes desde las que nos perciben los directivos. Están aquellos que siguen la  «Teoría X» y consideran que los trabajadores sólo actúan bajo amenazas, y los que comulgan con la «Teoría Y» partiendo de la base de que la gente vive el trabajo como algo natural y quiere hacerlo, encontrando en ello satisfacción.

Antes de continuar, os invito a ver este video donde Sir Ken Robinson, un gran crítico del sistema educativo, y con cuyas ideas comulgo especialmente, realiza un análisis del estado de las cosas.

Volviendo al tema que nos ocupa, es verdad que desde la época donde se defendía que la letra con sangre entra hasta nuestros días, se ha avanzado mucho.  Pero aunque nos guste hablar en términos de la teoría y, el suspenso, el verano estudiando en vez de disfrutando con los amigos y los premios que no vendrán (por cierto, premios que nunca se debieron ofrecer) nos sumergen de lleno en el desesperado recurso de la amenaza…. y en la teoría x, esa que supuestamente no es la nuestra.

La teoría x supone que la tendencia natural al ocio y la percepción de que el trabajo inherente en este caso al proceso de aprendizaje es una forma de castigo. Pues sí, el alumno muchas veces lo vive así porque así se lo hemos planteado. También nos dice esta teoría, que, ante tal realidad,  la supervisión y la motivación solo pueden venir del exterior.Con amor, con cariño, como quieras, pero desde el exterior.

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Por el contrario, la teoría y nos lleva a pensar que el estudiante encuentra en el aprendizaje suficiente satisfacción y que se esforzará para lograr los mejores resultados posibles sin necesidad de presión externa. (Como confíes en esto, con el programa de estudios actual, prepárate)

Lo cierto es que, como todos hemos visto y vivido en carne propia cuando estudiantes, se dan ambas situaciones. Hay ocasiones en las que por más curioso y ávido de conocimiento sea un alumno se aburre o lo que intenta estudiar carece de sentido para él. Es más, intuye o sabe que no le servirá en la vida real. En tales circunstancias, el marco fuerza a que nuestro estudiante encaje a la perfección en los supuestos de la teoría x y, conscientes de ello, obtenemos en apariencia mejores resultados (sobre todo, más inmediatos): mejores notas, tareas acabadas a su hora, etc.Esta comodidad nos lleva a  desaprovechar momentos donde podríamos utilizar métodos más propios de la teoría y. Una consecuencia nefasta de nuestra falta de reacción es que no permitimos que el estudiante se experimente a sí mismo como alguien capaz de asumir las riendas y hacer propio el orgullo de su éxito.

Cuando un alumno se enfrenta a un tutor teoría y, lo normal es que no sepa cómo reaccionar. Su expresión inicial es la de estar buscando la cámara oculta: muchas veces sienten que ¿con qué color quieres escribir? es en realidad una trampa. La siguiente actitud es de miedo a contestar cualquier pregunta de contenido, aun cuando se le ha asegurado que no está bajo evaluación.

´Mi hijo de pronto me suspende todas´

Esta debe ser una de las frases que más escucho, coincidiendo con cambios de ciclo. Lo habitual es que  descubramos que ese alumno no sabe qué hacer sin supervisión, y, tal como predice la teoría x, prefiere que se le dirija evitando toda responsabilidad, y ansiando por encima de todo, seguridad. Y le culpabilizamos por ello: ´nos suspende´.

¿Qué responsabilidad quiere evitar? La de decidir si con los ejercicios que le mandó el profesor para practicar alcanza para comprender el examen o necesita buscar algunos más. ¿Qué seguridad busca? La de que si estudia lo que le han mandado, aprobará. Así, cuando la dirección desaparece, simplemente el alumno no sabe qué hacer.

¿Tiene entonces la teoría x la razón? No. Simplemente, la forma en la que hemos educado durante las etapas iniciales a nuestros alumnos han hecho que parezca que la tiene. No son pocas mis experiencias ´rehabilitando´ víctimas de la teoría x que con mayor o menor esfuerzo logran liberarse del estigma de vagos sin rumbo que tal visión les imprime.

¿ Necesita tu hijo o alumno un cambio de teoría? Haz este experimento. Dale una hoja en blanco y varios colores. Dile que escriba lo que quiera, como quiera y donde quiera. Tal y como nos cuenta el video, un niño de 5 años sabrá qué hacer. Es más, se olvidará de que existes, hará un impresionante dibujo y no le importará tu opinión. Uno de diez, posiblemente, se te quede mirando. Lo más seguro es que escoja el bolígrafo azul o un lápiz, escriba algo y te pregunte si está bien o si eso era lo que querías. Uno más mayor te dirá ´pero qué pongo´ mientras comprendes que es urgente cambiar algo.

El momento de comenzar a rehabilitar a nuestro chico o chica fraguados en la teoría x es ya. No hace falta esperar que el sistema educativo cambie por completo (no ocurrirá ni en el corto ni en el mediano plazo). Podemos introducir pequeñas modificaciones desde una clase, o a la hora de hacer los deberes en casa. Estaría bien que comenzáramos por ver ese video con ellos, y plantearles el desafío de aprender a la vez que aprobar, de que sus extraordinarias capacidades sobrevivan al sistema aunque pase por él, desafiándole a ser el héroe de su propia vida.

En términos de una teoría u otra, lo aconsejable sería empezar cada día con la visión ´y´: ya habrá tiempo para recurrir a la supervisión y a la motivación externa según se acerque la hora de la cena o la fecha del examen. No es cuestión de dejarles sin mapa en medio de un desierto: pueden tener la edad para ser responsables de sus tareas pero no el entrenamiento. Planteada una tarea, no estaría de más permitir que el alumno la desarrolle con libertad, valore los resultados con nosotros y nos comente si realmente se siente satisfecho con lo que ha hecho. En la medida que el resultado sea aceptable (aunque no excelente) dejar que experimente la consecuencia de su decisión. Un ´aprobadillo´ obtenido bajo estas circunstancias es mucho más provechoso que un 10 bajo supervisión estrecha.

Hace unos pocos días, un alumno con el que trabajo tenía que realizar dos tareas. Por primera vez en años, decidió y justificó el orden en que iba a realizarlas espontáneamente, sin intentar que yo se lo indicara . Respeté su posición, elogié su actitud y le permití experimentar el éxito conseguido al aplicar su estrategia: terminó a tiempo sus tareas. Este hecho, aparentemente superfluo, provocó en él un cambio radical de actitud, aumentando su participación en los grupos de trabajo y ganando confianza suficiente como para expresar sus propias ideas.

Si pretendemos que el adulto de mañana viva el esfuerzo como algo natural y los logros como fuente de satisfacción personal, debemos permitir que experimenten tal visión desde sus primeros pasos. La realidad es que, hoy por hoy, muchos alumnos de instituto o bachillerato, jamás han sentido la libertad de decidir sobre nada respecto a sus estudios. No esperemos entonces que cuando salgan a la vida, sean emprendedores, creativos y autónomos si siempre les hemos dicho qué, cuándo y cuánto hacer.